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30 de mayo

 Hoy vi un cartel en la intersección entre la avenida Mendoza y la Ruta Nacional 22. Lo que debería ser una ruta pero fue un enorme mecanismo de choreo, que hace 2 años ya dejaron casi abandonado ante la indiferencia general y para que pasen de esos camiones que gotean arena silícea, boludos como yo y otros más boludos.      Como sea: vi un cartel afirmado contra otro. Uno era de los de la ruta, un círculo cruzado en diagonal por una flecha negra que apunta abajo a la derecha. Y abajo de eso, una placa de un material que parece un cartón duro pero es de madera aglomerada, de color marrón oscuro. Son unas placas cuadradas pero con las esquinas redondeadas, con una textura lisa y suave de un lado, áspera y porosa del otro. Las usan para cubrir los pallets, por eso es probable que la hayan sacado de ahí a unos metros hacia el lado sur de la ruta, donde está el enorme depósito de la Organización Comercial Don Tomás.      Esa placa estaba afirmada al cartel...

Pensamientos inoportunos

     Anoche después de apagar la luz, cuando ya tenía que dormirme, pensé que la dignidad no es algo que se tiene en el mismo sentido que se tiene un problema de sobrepeso. O un auto. Si es que se puede decir que uno tiene dignidad, será a lo sumo como un punto de orientación, un objetivo a alcanzar. No se alcanza, nos arrastra toda esta gran marea planetaria de miseria y explotación desaforada, pero se puede no obstante tratar de no perder de vista la dignidad, seguir dándole la cara al menos. Caer de espaldas.      Entonces me acordé de aquella fábula determinista de las limaduras de hierro que alegremente musitaban, en su camino al imán, que iban hacia allá por su libre albedrío.      Antes de eso pensé otra cosa pero ahora no me puedo acordar. Debería haberla escrito pero ya era tarde, más de las 12.       Me pasó muchísimas veces que los pensamientos lleguen en su momento más inoportuno. Es algo común. Hasta en un mom...

En la barbería

     -¿Y vio alguna noticia del paro ese que había hoy?     Me preguntó el pibe después de ponerme el coso ese que te ponen para que no te llenes todo de pelo. No sé cómo decirle, es eso como un delantal de una tela sintética por la que los pelos húmedos se resbalan y caen al piso. Este tenía el logo de Gucci impreso en letras enormes.      Fue la primera pregunta que me hizo, ya en plan "charla de peluquería". Me sorprendió que empiece por ahí y no por el clima. Yo nunca tengo ganas de hablar cuando me cortan el pelo y aprendí (tarde, como tantas cosas) que es mejor no hablar de política en situaciones cotidianas con personas que no conozco.      Yo no iba a hacerme paro a mí mismo y no fui a la marcha de ese día (con una buena excusa: tenía que cuidar a mi hija de 6 meses). Tampoco fui a las reuniones de la multisectorial que se armó en Regina. Ni siquiera seguí mucho las noticias del tema. Ese día me pareció que el paro había lle...

En el estacionamiento

    La última vez que estuve en Buenos Aires me encontré en el último piso de un estacionamiento los cuentos completos de Roberto Bolaño. Estaban en un cajón de plástico con otros libros y papeles (boletas de servicios sin pagar, hojas A4 con facturas impresas) llenos de polvo y hollín, pero en buen estado.     Hace 10 o 15 años por lo menos debería haber leído a Bolaño. Hace probablemente 17 años Roche había empezado a leerlo con mucho entusiasmo, pero yo no me enganché. Antes de eso le gustaba Spinoza (por supuesto) que tampoco lo leí nunca, y antes elogió El cuarteto de Alejandría , entre muchos otros libros y autores que probaba como drogas nuevas (se había propuesto probarlas todas, y creo que lo hizo). La verdad que fue flojo de mi parte no haber leído nada de lo que él nombraba en aquella época. Pero sigo escuchando la música que me pasaba: el otro día volví a escuchar a una banda francesa llamada Rinôçérôse.       Roche es uno que conocí e...

Ridi

     El otro día me sentí rarísimo porque alguien me trató bien. Alguien que no era ni mi madre ni mi mujer ni mi mejor amigo. Se sintió raro no solo porque vino de una persona a la que apenas conozco (ni sé su nombre), sino porque fue en una situación en la que no es usual que alguien te trate bien.       Acostumbrado a estar replegado, sometido a la ley, no supe cómo reaccionar a que alguien abriera una instancia de reconocimiento mutuo por fuera, en un margen. No estoy hablando de nada transgresor, más bien de algo "inocente" en el sentido de indiferente o inocuo. No, no es esa la palabra. En fin. Detecté inconscientemente lo que había sucedido, pero estaba apurado y de mal humor, así que traté de no ser muy descortés ni decir nada fuera de lugar, pagué lo que debía y me fui a otro mostrador, donde encontré la acostumbrada mirada de desprecio que suelo recibir en este pueblo, en pago por mi descortesía y mi mal humor de otras veces.   ...

Talleres o vanguardia

I Hace ya un par de años, un tipo que se dedica a la música pero también le gusta escribir y leer, me mandó un mensaje por Facebook para preguntarme si estaba dando un taller literario. Le respondí: “desde este momento, sí”. Me alegró que se comunicara conmigo porque me habían hablado bien de él y me gustaba su música. Nos encontramos unos días después. No había ninguna necesidad de que él participara de un taller literario, porque hace rato conoce el arte de componer y cantar canciones. Un amigo de él que se sumó al supuesto taller, tampoco necesitaba asistir a ninguno: es uno de los escritores más interesantes de la zona. ¿Y quién necesita de un taller literario? Principalmente (casi únicamente) quienes los “dictan” o “coordinan”. Necesitan la plata. Para quienes ya cuentan con una firma legitimada por el mercado editorial y/o el prestigio del reconocimiento académico, los talleres literarios son una forma de sumar un ingreso. Para quienes carecen de reconocimiento dictar un ta...